El manager malo sabe que perdió su íntima vitalidad, su energía personal.
Se encarniza en contra de los subordinados, ama tramar, hacer sufrir; en el fondo está envidioso, tiene celo de los demás, sobre todo de las personas íntegras, sencillas, vitales, porque les recuerdan como él se encontraba hace tiempo.
Muchas veces cuando una persona alcanza el poder, un lugar de mando tan desado, se bloquea en el camino de crecimiento personal, espiritual, y, un poco a la vez, va perdiendo fuerza, energía, vitalidad.
Se puede decir que el malo es un individuo sin verdadera fuerza, no es vital.